Antes que la luna brille

Antes que el sol oculte sus últimos rayos del día intentó una vez más borrar los recuerdos. Pesan demasiado y sirven de poco. Vivir en las calles se está volviendo  un martirio. Hoy tiene que buscar un nuevo lugar para  pasar la noche. volver bajo el puente viejo  no es buena idea, no ahora que  las coletillas de cigarro lo han invadido. Sonder no es el mismo, Sía lo sabe. El hambre lo asecha, el frío de agosto le golpea hasta el alma y  aunque ya es tarde para hacerlo se arrepiente, más ahora que los años le están ganando la batalla , no de lo que hizo sino de  lo contrario.  Pero   pase lo que pase nada cambiará el pasado.

Esa delgada línea mental entre su pasado y el presente lo ha paralizado. Levanta la mirada para tomar conciencia de su ubicación, un paso más y habría chocado con el almendro  de la antigua plaza del barrio. El mismo árbol que lo albergó de niño estaba frente a él,  una cuantas hojas cuelgan en sus ramas, ya nadie lo riega, lo olvidaron como olvida la vida cuando la edad llega y no se aprovechó en el esplendor de la misma. Recuerdos y más recuerdos, es lo que hay.

Minutos después al parecer Sía ha encontrado el lugar perfecto para dormir, la campana de la misa de las siete retumba a lo lejos, allá donde castos y pecadores escuchan las sagradas escrituras, allá donde su nombre es visto con el mismo desprecio que él ve a conocidos y extraños. En fin, poco o nada importa pensar en aquellos dueños de la pulcritud, amigos de la prosperidad, que miran por debajo del hombro a quien no es de su estatus. Acomoda al pie del almendro un pequeño, roto y sucio colchón y sobre él tiende la manta rayada que heredó de su madre. Después de sentarse devora la mitad del último pan duro que le queda, el resto lo  compartió con un perro callejero que se le acercó cojeando en busca de comida.

La hora de descansar ha llegado, parece impostergable, pero, quién no se ha inventado una vida antes de dormir, una historia distinta, un guion diferente donde confesamos lo que tiempo atrás por temor callamos, ¿quién no ha recreado  en su mente, en algún momento, otra historia  en base a hechos reales?  Sía era un practicante de aquello, todas las noches desde hace unos años, para aliviar los pesares. Se recuesta y de pronto se encuentra en la plenitud de su vida, otrora, en sus años maravillosos donde la sonrisa de la fémina más pudiente del pueblo no le  era indiferente.

El reloj marca las doce, como todos los días ya va pasando con la misma elegancia y la sonrisa divina de siempre, cada vez es más mujer. Se recoge el cabello y voltea a mirarlo. Sía la contempla bajo la sombra del joven almendro que alumbra sus primeras flores. Levanta ambas manos y le muestra a el un pequeño lienzo, el más hermoso retrato que alguien pudo hacer.

La hija del alcalde se acerca, se sienta a su lado y recibe la pintura, al hacerlo se percata que el caballero ha registrado una dedicatoria al reverso “El tiempo ha traído tu corazón hasta mi”. La dama agachó la cabeza, sonrió y balbuceó unas palabras _Gracias_. El joven arrancó una flor del árbol y llevó su mano hasta el rostro de la chica, la acarició y le colocó el presente en el cabello. Sus labios estaban tan cerca que el pecado de un beso era tentativo. El estaba nerviosa, sostiene el aliento un momento, Sía se acerca un poco más y ahora si la distancia de sus bocas es milimétrica, la misma que existe entre los versos de un poema. El tiempo se detiene, nada más importa para ellos que ese momento. Sucede, sí, por fin, el beso, ambos sostienen sus heladas manos y sonríen.

El anciano entre dormido sonríe, su sueño es cada vez más profundo, la recreación ficticia de su historia de amor de desvanece y la luna más brillante que nunca empieza a ganarle la batalla a la oscuridad de la noche. Es momento de darle espacio a los sueños, que han empezado a ocupar su mente.

Por: El manual de Nils.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *